¡Hola, hola! ¿Qué tal va la semana? Ya he visto que muchas de vosotras habéis retomado vuestros blogs y manualidades con energías renovadas. No hay nada como unas buenas vacaciones para volver con las pilas cargadas.
Mientras voy terminando algunas cosillas que tengo entre manos, os dejo con unos cuadros que hice hace años, cuando la vista me acompañaba más que ahora.
¿Por qué empecé en el punto de cruz? Como os podréis imaginar tiene su anécdota (faltaría más que no la tuviera). Y obviamente, paso a relataros.
En el año 1999, falleció mi padre después de una larga enfermedad. Esto sucedió el 22 de diciembre, sí, hijas mías, cómo lo leéis, el día de la lotería de navidad. Día anterior, cumpleaños de mi sobrina y el posterior de mi hermano, más dos días después, nochebuena. Seguimos celebrando la navidad porque mi sobrina en aquel entonces tenía 2 años. Ahora ya, a punto de cumplir la mayoría de edad (Jesús, cómo pasa el tiempo, estos jóvenes que mayor me hacen, jajajaja).
Continuo el relato. Pasados quince días del fallecimiento, se pone en contacto uno de mis tíos con mi madre (o sea, uno de sus hermanos), para comunicarle la siguiente noticia:
- Hermana, hemos estado hablando entre nosotros, hemos puesto a madre a meses, y creemos que ya has descansado suficiente después de lo de tu marido, así que hemos sorteado los turnos, y te toca la semana que viene.
Mi madre no salía de su asombro y nosotros de nuestra indignación. Quedamos con este tío en el pueblo, que es dónde vivía mi abuela y la mitad de ellos. Nos presentamos acompañando a mi madre, mi hermana, mi hermano y yo, y eso a mi tío no le gustó. Sólo deciros, que él aún se recupera de lo que dijimos, y no, no hubo ningún tipo de insulto, pero si le dejamos las cosas claras. Intentamos que mi madre descansara un poco más, pero no quiso, dijo que iba al pueblo a cuidar a su madre.
Viendo la situación de cansancio en la que se encontraba mi progenitora, y que yo en esos momentos no estaba trabajando, decidí que cuando le tocará a mi madre, yo estaría con ella. Así, esa semana la cuidábamos entre las dos. Si, habéis leído bien, al final se cambió de meses a semanas, porque a los pobrecitos se les hacía mucho tiempo.
Y aquí, es dónde viene la anécdota del punto de cruz.
Pensando que hacer en el pueblo, durante una semana, dónde las vecinas siempre estaban metidas en la casa de mi abuela, la que no cosía, bordaba, la que no hacía ganchillo hacía punto, en fin, todo tipo de labores y... ¡cotillas como ellas solas! me dije...
- ¡Ufff, Ana, cualquiera se trae aquí un libro, o se pone en la mesa a estudiar o cualquier cosa que tenga que ver con un papel y un bolígrafo! ¡Pues no son nadie las vecinas de la abuela María! (sí, era mi abuela la que hacía ganchillo, de la que ya os hablé hace poco).
La cuestión es que yo, aunque ya estaba casada por aquel entonces con mi primer marido, labores llamadas del hogar, pues va a ser que no. Ni costura, ni punto, ni ganchillo, ni bordar, ni nada de nada.
Pensando, pensando, me dije, ¿Qué labor puedes hacer que a lo mejor no te resulte muy complicada? Y un día, en el quiosco de periódicos de mi barrio, me llegó la solución. Una revista de punto de cruz, con cuadros infantiles. Vi uno que me enamoró y del que no tengo foto. Era de un huerto con hortalizas, con una casa, un espantapájaros sus nubes y unos árboles. Me compré los hilos, la tela (no coso con bastidor, me pone de los nervios) lo metí en la bolsa de viaje y... ¡Carretera y manta para el pueblo!
Cuando vi las maravillas que se podían hacer, que aquellos cuadros salieran de tus manos, lo preciosos que podían quedar, le cogí el gusto al punto de cruz. Nunca había hecho manualidades, y siempre había pensado que no me había llamado Dios por eso camino, ya ves tú.
Así, las vecinas de mi abuela, no tenían motivos para cotillear (ellas no hacían punto de cruz, jajaja) y yo aprendía algo nuevo.
En los años posteriores, esta afición me salvó de muchos malos momentos, me ayudó a relajarme, y a tener la cabeza puesta en lo que tenía entre manos y no pensar en lo que sucedía en mi entorno más cercano (sí, el ex marido).
Por eso, siempre recomiendo a cualquier persona que pase por un mal momento en su vida, que tenga la mente ocupada en otras cosas, porque el día es muy largo y la mente es libre. Una muy buena manera de desconectar es hacer algo con tus propias manos. Da igual si no sale perfecto, pero es algo que es tuyo, que has hecho tú y que quita de la cabeza malos pensamientos.
Una segunda anécdota. Esta tiene que ver con el cuadro de comunión de mi sobrina. Tardé tres meses en hacerlo. Durante todo ese tiempo "el innombrable" estuvo diciéndome que eso no era un regalo para una comunión, literalmente, "que era una porquería" y ¿Sabéis qué? Que se fastidió, porque fue el regalo estrella de la comunión. ;)
Y bien, después de las anécdotas, paso a enseñaros los cuadros que hice. Tengo uno aún a medias desde hace años, que tengo que terminar. No hay foto de el aquí.
Hubo gente que me dijo ¿Por qué no los vendes? Y reconozcámoslo, las manualidades no están bien pagadas, y el punto de cruz, menos aún. Se tardan meses en terminar un cuadro de este tipo. Así que el noventa por ciento se los regalé a mi madre.
LAS HILANDERAS - Velázquez
LAS MENINAS - Velázquez
Un jardín - autor desconocido :)
RECUERDO DE COMUNIÓN DE MI SOBRINA
Ahora sí, terminé mi entrada. No tiene tanto humor como otras. Será que va a entrar el otoño, o que llevamos tres meses sin que deje de llover y tengo el día un poco tonto. Espero para la próxima haberme recompuesto.
¡Besotes! y cómo siempre os digo...
¡No olvidéis ser felices!
Gracias por vuestras visitas y comentarios.